Jessica Layman calcula que ha llamado a más de 150 médicos en los últimos años, buscando a alguno que le recetara opioides para su dolor crónico.
“Muchos directamente insultan”, dijo la mujer de 40 años, que vive en Dallas. “Dicen cosas como ‘no tratamos drogadictos’”.
Layman ha probado una serie de tratamientos no opioides para que la ayuden con el intenso dolor diario que le causa su escoliosis doble, un disco vertebral colapsado, y su artritis articular facetaria. Pero dijo que nada funcionaba tan bien como la metadona, un opioide que ha tomado desde 2013.
Dijo que las últimas llamadas telefónicas fueron a fines del año pasado, después que su médico anterior cerrara su práctica de medicina del dolor. Espera que su actual médico no haga lo mismo. “No tendría adónde ir”, agregó.
Layman es una de las millones de personas en los Estados Unidos que viven con dolor crónico. Muchos han tenido problemas para obtener recetas de opioides, y surtirlas, desde que las pautas de 2016 de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) inspiraron leyes que toman medidas enérgicas contra las prácticas médicas y farmacéuticas.
Los CDC actualizaron recientemente esas recomendaciones para tratar de aliviar su impacto, pero médicos, pacientes, investigadores y defensores dicen que el daño ya está hecho.
“Teníamos un problema masivo con los opioides que debía rectificarse”, dijo Antonio Ciaccia, presidente de 3 Axis Advisors, una firma consultora que analiza los precios de los medicamentos recetados. “Pero las medidas enérgicas y las pautas federales han creado daños colaterales: los pacientes sin recursos”.
Nacido de un esfuerzo por combatir la crisis nacional de sobredosis, la guía condujo a restricciones legales sobre la capacidad de los médicos para recetar analgésicos.
Las recomendaciones dejaron a muchos pacientes lidiando con las consecuencias para la salud mental y física de la reducción rápida de la dosis o la suspensión abrupta de los medicamentos que habían estado tomando durante años, lo que conlleva riesgos de abstinencia, depresión, ansiedad e incluso suicidio.
En noviembre, la agencia publicó nuevas guías, alentando a los médicos a concentrarse en las necesidades individuales de los pacientes. Si bien las pautas aún dicen que los opioides no deberían ser la opción preferida para el dolor, facilitan las recomendaciones sobre los límites de las dosis, que eran estrictos en la guía de los CDC de 2016. Los nuevos estándares también advierten a los médicos sobre los riesgos asociados con los cambios rápidos de dosis después del consumo prolongado.
Pero a algunos médicos les preocupa que las nuevas recomendaciones tarden mucho en lograr un cambio significativo, y pueden ser pocas o llegar tarde para algunos pacientes. Las razones incluyen la falta de coordinación de otras agencias federales, el miedo a las consecuencias legales entre los proveedores, los legisladores estatales que dudan en modificar las leyes y el estigma generalizado que rodea a los medicamentos opioides.
Las pautas de 2016 para recetar opioides a personas con dolor crónico llenaron un vacío para los funcionarios estatales que buscaban soluciones a la crisis de las sobredosis, dijo la doctora Pooja Lagisetty, profesora asistente de medicina en la Facultad de Medicina de la Universidad de Michigan.
Lagisetty dijo que las docenas de leyes que aprobaron los estados que limitan la forma en que los proveedores recetan o dispensan esos medicamentos tuvieron un efecto: una disminución en las recetas de opioides incluso cuando las sobredosis continuaron aumentando.
Las primeras pautas de los CDC “alertaron a todos”, dijo el doctor Bobby Mukkamala, presidente del Grupo de Trabajo de Atención del Dolor y Uso de Sustancias de la Asociación Médica Estadounidense. Los médicos redujeron la cantidad de píldoras de opioides que recetan después de las cirugías, dijo. Las revisiones de 2022 son “un cambio dramático”, dijo.
Es difícil exagerar el costo humano de la crisis de los opioides. Las muertes por sobredosis de opioides han aumentado de manera constante en los Estados Unidos en las últimas dos décadas, con un pico al principio de la pandemia de covid-19. Los CDC dicen que el fentanilo ilícito ha alimentado un aumento reciente en las muertes por sobredosis.
Teniendo en cuenta la perspectiva de los pacientes con dolor crónico, las recomendaciones más recientes intentan reducir algunos de los daños a las personas que se habían beneficiado de los opioides pero a los que se les cortó el suministro, dijo la doctora Jeanmarie Perrone, directora del Penn Medicine Center for Addiction Medicine and Policy.
“Espero que sigamos difundiendo la precaución sin propagar demasiado el temor de nunca usar opioides”, dijo Perrone, quien ayudó a elaborar las últimas recomendaciones de los CDC.
Christopher Jones, director del Centro Nacional para la Prevención y el Control de Lesiones de los CDC, dijo que las recomendaciones actualizadas no son un mandato regulatorio sino solo una herramienta para ayudar a los médicos a “tomar decisiones informadas y centradas en la persona relacionadas con el tratamiento del dolor”.
Múltiples estudios cuestionan si los opioides son la forma más efectiva de tratar el dolor crónico a largo plazo. Pero la reducción gradual de las drogas se asocia con muertes por sobredosis y suicidio, y el riesgo aumenta cuanto más tiempo una persona ha estado tomando opioides, según una investigación del doctor Stefan Kertesz, profesor de medicina en la Universidad de Alabama-Birmingham.
Dijo que la nueva guía de los CDC refleja “una cantidad extraordinaria de aportes” de los pacientes con dolor crónico y sus médicos, pero duda que tenga un gran impacto si la Administración de Drogas y Alimentos (FDA) y la Administración de Control de Drogas (DEA) no cambian la forma en que hacen cumplir las leyes federales.
La FDA aprueba nuevos medicamentos y sus reformulaciones, pero la orientación que brinda sobre cómo comenzar o removerle la droga a los pacientes podría instar a los médicos a hacerlo con precaución, dijo Kertesz. La DEA, que investiga a los médicos sospechosos de recetar ilegalmente opioides, se negó a comentar.
La búsqueda de médicos por parte de la DEA puso a Danny Elliott, de Warner Robins, Georgia, en una situación horrible, dijo su hermano, Jim.
En 1991, Danny, representante de una empresa farmacéutica, sufrió una descarga eléctrica. Tomó medicamentos para el dolor por la lesión cerebral resultante durante años hasta que su médico enfrentó cargos federales por dispensar ilegalmente opioides recetados, contó Jim.
Danny recurrió a médicos fuera del estado, primero en Texas y luego en California. Pero la DEA suspendió la licencia de su último médico el año pasado y no pudo encontrar un nuevo médico que le recetara esos medicamentos, dijo Jim.
Danny, de 61 años, y su esposa, Gretchen, de 59, se suicidaron en noviembre. “Estoy realmente frustrado y enojado porque los pacientes con dolor son maltratados”, dijo Jim.
Poco antes de morir, Danny se convirtió en un defensor contra la reducción forzada de drogas. Los pacientes con dolor crónico que hablaron con KHN señalaron su difícil situación al pedir más acceso a medicamentos opioides.
Incluso para las personas que tienen receta, no siempre es fácil obtener los medicamentos que necesitan.
Las cadenas de farmacias y los mayoristas de medicamentos han resuelto demandas por miles de millones de dólares por su supuesto papel en la crisis de los opioides. Algunas farmacias han visto limitadas o cortadas sus asignaciones de opioides, señaló Ciaccia, de 3 Axis Advisors.
Rheba Smith, de 61 años, de Atlanta, dijo que en diciembre su farmacia dejó de surtir sus recetas de Percocet y MS Contin. Había tomado esos medicamentos opioides durante años para controlar el dolor crónico después de que le cortaran el nervio ilíaco por error durante una cirugía, contó.
Smith dijo que visitó casi dos docenas de farmacias a principios de enero, pero no pudo encontrar una que pudiera surtir sus recetas. Finalmente encontró una farmacia local de pedidos por correo que le surtió un suministro de Percocet para un mes. Pero ahora ese medicamento y MS Contin no están disponibles, le dijeron en la farmacia.
“Han sido tres meses horribles. He tenido un dolor terrible”, dijo Smith.
Muchos pacientes temen un futuro de dolor constante. Layman piensa en todo lo que haría para conseguir medicamentos.
“¿Estarías dispuesto a comprar drogas en la calle? ¿A ir a una clínica de adicciones y tratar de recibir tratamiento para el dolor allí? ¿Qué estás dispuesto a hacer para seguir con vida? dijo. “A eso se reduce todo”.
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